jueves, 19 de septiembre de 2013

Alucinado y ciego de oscuridad e insomnio,
con el cuerpo roído por el peso constante
de todos los segundos, busco nerviosamente
el latir de tu sueño temiendo que no puedas 
ya nunca despertar. Con desesperación
y ternura te envuelven, sin tocarte, mis brazos,
y sin herirte cruzan los caballos feroces
de la noche, los trenes y sus ruedas inmensas,
la airada muchedumbre, los látigos de fuego,
y pasan, pasan, pasan a través de mis ojos,
mientras tú, tan distante, dulcemente respiras
pudiendo devolverme con sólo una palabra,
la compañía, el sueño o tal vez la pasión
de romper en tus brazos el miedo y la locura.